Relato #112: Hipocresía (creación propia)

Nota de la autora: Por motivo de estas fiestas navideñas adelanto el relato del miércoles, el cual  fue escrito y publicado justamente hace un año (25 de diciembre) en Steemit. El protagonista es uno de los personajes principales de mi novela xD. 

¡Feliz Navidad y bonita lectura! 


yule

Inglaterra, 1750.

Una ola de nostalgia invadió a Hvitserk Ragnarsson al observar  el enorme árbol de pino instalado  en la sala de la familia Drosselmeier. 

Si bien las celebraciones del solsticio de invierno las realizaron también otras culturas como los romanos y los germanos, los escandinavos lo celebraban de una manera mucho más particular: comidas, bebidas, hospitalidad a los extraños sin distinción de origen o religión, y el wassai (1). Con cariño recordaba las enormes reuniones que sus padres organizaban en la Gran Sala, la cual estaba adornada con muérdago; las ventanas de las casas iluminadas con una sola vela, y las vigilias nocturnas familiares alrededor de una gran hoguera a la espera del nuevo sol (2).

Todas esas costumbres poco a poco se fueron sincretizando con el cristianismo, el cual llegó siglos después a la vieja Escandinavia ahora dividida en las actuales Dinamarca, Noruega y Suecia. Costumbres que, aún con todo y ese sincretismo cultural, se estaban perdiendo con el paso de los siglos.

Ignoraba si en un futuro la gente se decidiera a recuperar el significado real de la Navidad, pero si en algo sí podía estar seguro era que la celebración se convirtió en la excusa perfecta para dar rienda suelta a la hipocresía social. Era la única época del año en donde la amplia mayoría de los ricos «ayudaban» a los pobres mediante actos de caridad. Actos meramente obligados pues su intención, al final de cuentas, era generar una excelente currícula para obtener un lugar en la Cámara de los Comunes o de los Lores. Eso a él le constaba bastante; lo había visto muchísimas veces desde la Edad Media, aunque es en la época actual en donde salía a relucir esa hipocresía de manera asquerosamente descarada. 

Y si eso le era desagradable, las reuniones familiares y sociales sin duda se llevaban las palmas. Familias enteras que muy raramente se ven y se hablan, familias que solamente se reúnen por conveniencia y obligación; amigos interesados en tus conexiones, amigos que ya no son tus amigos después de enterarse de que estás arruinado, amigos que, aún cuando presumen tener «buena educación», no se salvan de ser unos verdaderos papanatas.

Si por él fuera, habría declinado la invitación y se habría ahorrado tanta mierda junta, pero sus hijos, y particularmente el mayor de éstos, le insistieron en que debía ir aunque sea por un rato. Le convenía protegerse las espaldas con aliados de cierto poder social como los Drossermeier después de haberse dejado descubrir ante la Élite Vampírica, de la cual formaban parte algunas de las familias más poderosas del país.

Los Drossermeier, a juicio de Hvitserk, no harían nada por protegerle las espaldas aunque fueran sus «amigos». Muy aparte de que sean simples humanos, sabía muy bien que ellos lo veían como una pieza más en el intrincado ajedrez del ascenso social. Y vaya que lo evidenciaban, pues el jefe de la familia pretende casar a su hija Amandine con Jacob o con Sigurd, sus dos hijos menores; el viejo Augustus, burgués de nacimiento, hacía hasta lo imposible con adquirir un rango social mayor e iniciar una carrera política.

¿Qué podían hacer ellos cuando no tienen ni la más remota idea de las hostilidades existentes desde hace muchísimos siglos entre los vampiros y los híbridos? 

Suspiró con desgano. Sí, extrañaba los viejos tiempos y debía adaptarse a los nuevos aunque le cayeran como una patada al hígado, pero en ese día, en Navidad, decidió no ser un hipócrita. Con discreción buscó su capa y su sombrero tras decirle al mayordomo que le explicara al dueño de la casa su repentina ausencia. Una vez afuera de la mansión, se trepó a su carruaje y le pidió al conductor que lo llevara a Londres. 

(1) En nórdico antiguo significa «seas sano»; posible adaptación lingüística del término anglosajón «waes hael». Costumbre de recorrer  el pueblo brindando y cantando algunas canciones relacionadas con la fertilidad y los buenos deseos a las familias. Para mayor información sobre esta costumbre, consultar el blog especializado The Valkyrie’s Vigil.

(2) Ver The Valkyrie’s Vigil

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